De acuerdo con su situación histórica, todos los pueblos han dejado ver diferentes características en sus distintos procesos de cambio y transición a la democracia. Muchos analistas coinciden en que la defensa y promoción de los derechos políticos como derechos humanos —enarbolada desde finales de la década de los ochenta del siglo pasado tanto por algunas organizaciones civiles y académicas, como por algunas fuerzas políticas de distinto signo que llevaron al establecimiento de instituciones electorales autónomas y confiables, sobre todo en el nivel federal— fue lo que propició la alternancia en nuestro país. Hace falta, sin embargo, pasar ahora a una verdadera transición a la democracia que incorpore una democracia económica, la cual no puede ser concebida sin el reconocimiento y respeto de los derechos humanos de todos como columna vertebral e ineludible de una auténtica reforma del Estado.