Filosofar es enfrentarse, sin guía, a la perplejidad. La aventura filosófica se lleva a cabo si uno está dispuesto a encontrarse de cara a lo perplejo. La expresión de asombro es tan normal en la búsqueda de la verdad, que Platón estaba convencido de que la admiración (thauma) es el principio de la filosofía. Y sólo puede admirarse quien advierte, por un lado, que lo ordinario para el sentido común no es necesariamente algo ordinario para la reflexión; y, por otro, que lo ordinario, bien mirado, puede ser algo extraordinario.